
Un tigre recordando a otro tigre
Mi padre Alonso Ojeda Awad escribe sobre la partida de su hermano Alfredo Ojeda Awad
El rayo de la muerte fulminó el corazón, tierno y bueno, de mi querido hermano Alfredo en la tierra que más quiso después de Ocaña, sus llanos orientales. Allí, al lado del arroyo cantarino, que tanto le recordaba el poema Anima Aquae del poeta Adolfo Milanés, decidió encontrarse con la parca e iniciar el largo e inagotable camino que nos lleva a los espacios insondables de lo desconocido donde duermen el sueño eterno los seres más queridos que han abandonado la tierra para convertirse en estrellas guías de nuestra dolorosa existencia.
En medio del profundo dolor que rompía nuestras almas viajamos a Villavicencio para acompañarlo hasta los jardines de la Esperanza donde, con un grupo numeroso de sus amigos del alma, le tributamos nuestra despedida y se lo entregamos al Dios bueno que lo había guiado por los complejos caminos del compromiso social, desde cuando decidió muy joven también, continuar tras los pasos y la palabra del sacerdote y capellán universitario Camilo Torres Restrepo.
Alfredo Ojeda Awad, el tigrillo, formó parte de esa dolorosa generación de los años 60 del siglo pasado, que agotados por el dolor de la patria decidieron marchar en pos de los sueños de justicia social del legendario maestro y entregándolo todo, como en la bíblica sentencia, llegaron hasta los dinteles de la vida y la muerte por hacer realidad la justicia de sus planteamientos. Pero ya las condiciones de la lucha habían cambiado y él con otros combatientes levantaron las banderas del Replanteamiento como el camino de hacer realidad el mensaje cristiano de Camilo, con el respeto sublime de los Derechos Humanos.
La excelente formación medico quirúrgica que le entregó Cuba, donde tuvo la oportunidad de vivir y estudiar varios años complementada después por su rigurosa formación como médico de la Universidad Nacional de Colombia, le permitió acercarse a las gentes más humildes de los llanos orientales quienes le abrieron su corazón, él pudo conocer sus dramas, sus tragedias, sus infinitos dolores como pueblo y suministrar el bálsamo saludable de sus conocimientos y de sus reflexiones, más cercanas a la medicina natural y más lejos de las concepciones medicas occidentales y mercantilistas. El largo desfile frente a su catafalco, de sus pacientes humildes, acongojados por su inexorable partida y por la soledad en que quedaban, testificaban la justeza de su vida y la querencia por esa américa mestiza que aún no ha encontrado su verdadero camino.
El historiador Alberto Baquero, ex rector de la Universidad de los Llanos y uno de sus íntimos amigos expresó unas sentidas palabras acerca lo que fue una intensa y fraternal controversia mantenida en las páginas de las revistas y los programas culturales de la radio y que ambos titularon “La alcaravanidad y la tigritud ”que no era más que darle un sentido humano y ético a los hermosos atributos del alcaraván “compañero que vives llorando amores a la vera del camino…” prodigando su lindo canto y acompañando a los hombres en las penas del amor, y el tigre, caracterizado por la reciedumbre del carácter y el apego a la lucha en duras y adversas condiciones.
Javier Jaramillo su amigo del alma en Cartagena al enterarse de la dolorosa noticia envió el epitafio que acompaña la lápida de Joseph Conrad, el escritor de los mares, su preferido, para que fuese colocada en su tumba: “El sueño tras el esfuerzo, tras la tempestad el puerto, el reposo tras la guerra, la muerte tras la vida, harto complacen…” Y remató diciendo “Aquí queda el tigrillo, en nuestro pequeño corazón, para el resto de los días que nos quedan”.
Después que lo despedí en su última morada, una tristeza grande y honda se ha aposentado en mi corazón y su recuerdo me acompaña como perro fiel a todas partes. Fueron tantas las luchas que dimos juntos y tantos los momentos que compartimos, que su vida terminó ligándose a mi vida como el calor al fuego. En la serranía de San Lucas y llegado de Cuba a participar en la lucha abrimos por primera vez entre los dos la discusión de si “la lucha armada tenía en esos momentos vigencia y ya su inteligencia preclara lo llevo a decir que lo armado había perdido vigencia y que era nuestro deber buscar nuevos caminos alternativos a la lucha revolucionaria”. En varias ocasiones me acompañó hablar con el “flaco” Bateman y recuerdo su persistente voz de dar por terminada la lucha armada e iniciar el gran proceso de organización popular, insignia inconclusa de Camilo Torres Restrepo.
Por eso, al sentirlo definitivamente lejos de mí, solo el llanto puede “cubrir con creces tanta desgarradura”. Desde donde estés Tigrillo del alma, comandante de la poesía, de la amistad y del cariño te seguiremos queriendo con la absoluta seguridad que tus manos tibias continuaran ayudándonos a encontrar los caminos perdidos de nuestras genuinas redenciones.
Que el Dios Grande de los mares te conduzca al sitio de honor y de descanso que merecen los seres que como tu han luchado por la felicidad ausente de tu pueblo. ¡¡¡¡Estaré siempre contigo, hermano del alma!!!!!
Nota. A todos los familiares, amigos, intelectuales, poetas y cantantes populares, así como a sus pacientes que lo acompañaron con sentida emoción a su última morada, les rindo un especial homenaje de gratitud, admiración y aprecio por el afecto a flor de piel que le expresaron en el momento de su partida. Mil gracias en su nombre, en el de mi familia y en el mío propio.
ALONSO OJEDA AWAD
Vice. Presidente del Comité Permanente de Defensa de los Derechos Humanos. ((CPDH).
Ex. Embajador de Colombia en Europa.
Junio 13 de 2016.