Tomar distancia de las “personas tóxicas y contaminantes”

Aunque la expresión "personas tóxicas" se ha popularizado en la cultura contemporánea para describir a individuos cuyas acciones, comportamientos o actitudes tienen un impacto negativo en la salud emocional, espiritual y mental de quienes los rodean, no tiene un origen específico, aunque cada vez recobra mayor importancia su significado a tal punto que, se ha empezado a hacer uso de ella en la psicología, la sociología y en general en lo que se denomina la cultura del bienestar.

El concepto de toxicidad hace énfasis en las consecuencias que se derivan de la convivencia cotidiana en la que, el comportamiento de ciertas personas es manipulador, agresivo, infantil, mal intencionado, negativo, envidioso, arribista y que de manera explícita o indirecta, ejerce un efecto nocivo y perjudicial en el bienestar de otros y de su entorno.

El comportamiento “tóxico” socava la autoestima, genera estrés, ansiedad o depresión y obstaculiza el crecimiento personal y las relaciones saludables, y su estadio inmediato es el convertir en una “persona contaminante, porque no solamente influye en comportamientos individuales, sino que, en efecto, puede “contaminar” las instituciones y enrarecer cualquier ambiente. Por lo general los tóxicos ocultan carencias personales y reafirman su personalidad a través de comportamientos venenosos y dañinos, para suplir sus profundos vacíos emocionales, espirituales y psicológicos. La persona contaminante es un peligro en cualquier ambiente.

¿Qué hacer?
Tomar distancia, alejarse; tarea que se ha convertido en todo un reto, toda vez que en las instituciones se propende por la creación de un buen ambiente laboral, que por exceso de capacitación y de curiosas prácticas disfrazadas de dinámicas e impersonales, terminan haciendo que las personas tóxicas creen verdaderas trincheras y muros de contención.

Tomar distancia es esencial para salvaguardar la salud mental, el bienestar y la serenidad cotidiana; no hacerlo es permitir que su influencia negativa afecte la autoestima, la confianza en nosotros mismos y una visión dinámica del mundo. Al tomar distancia de estas personas, se libera espacio para crecer y rodearse de relaciones más saludables, positivas y se puede experimentar una sensación de alivio y liberación, tan necesarios en esta época.

Incluso, algunos psicólogos coinciden en que tomar distancia de “personas tóxicas”, puede resultar positivo para ellas mismas, pues al verse solas, sin poder y sin protagonismo tienen una alta posibilidad de modificar su comportamiento o de terminar por cambiar de trabajo. Podría afirmar, desde mi condición de teólogo, que muchas de esas personas tóxicas han encontrado el camino de la conversión y renovación espiritual a través de experiencias límite que las confrontan con la vida misma.

Ventajas al tomar distancia de personas “tóxicas o contaminantes”
Aunque la tarea es compleja, tomar distancia de este tipo de personas mejora la salud emocional y permite experimentar tranquilidad y gozo; genera mayor autoestima y confianza, pues al eliminar esas influencias negativas de la vida, permite avanzar con mayor seguridad en decisiones y acciones que se deben tomar en la vida cotidiana; se tiene la oportunidad de cultivar relaciones más proactivas, que pueden despertar amistades y conexiones más genuinas, maduras, así como relaciones más saludables que sirven de apoyo y ayuda en el crecimiento mutuo y de convivencia.

Alejarse de este tipo de personas, favorece la claridad mental y un mayor enfoque en metas y prioridades, hecho que permite concentrarse en lo que realmente importa y tomar decisiones que beneficien el bienestar a mediano y largo plazo, y a su vez, el fortalecimiento y una preparación continua para establecer relaciones más saludables y satisfactorias en el futuro. Por Luis Daniel Londoño Silva
Magíster en violencia doméstica, comunicador y teólogo católico

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